Me crié en el barrio en el que trabajo. Mis amigos y yo éramos como estos niños que ahora terminan quinto. Fui a una escuela estatal parecida a la 3. Crecí en una familia de trabajadores que jamás dejó de creer que un mundo mejor es posible, aún cuando muy pocas veces encontramos ejemplos que prueben esta idea.
Un día de agosto de 2003 caminé las cuadras que van desde el distrito hasta la escuela, cuando me asignaron esta cargo, con la certeza de que algo bueno iba a salir de esta experiencia.
Seis meses después tuvimos una reunión de padres. Ustedes y yo hablamos más de dos horas acerca de lo que significaba pasar por primer grado, aprender-enseñar, leer-escribir, formar parte de un grupo. En ese encuentro, como en todos los demás, fui absolutamente sincero y traté siempre de fundamentar la práctica desde la teoría. Debo agradecer infinitamente la confianza y la paciencia que tuvieron en esas reuniones. Pero sobre todo celebro la audacia con la que acompañaron un proceso de trabajo de tres años con características evidentemente poco tradicionales. Muchas veces las reuniones de padres sirvieron para calmar ansiedades, aclarar confusiones, compartir producciones, aclarar metodologías, criticar o discutir. Las reuniones fueron verdaderos encuentros de política educativa.
Luego vino el trabajo con los niños. Seres humanos completos, sujetos de derechos. Así los vi desde el primer momento. Luego, al conocerlos, nos convertimos en verdaderos compañeros de trabajo. Cada uno con su rol, pero en una situación de igualdad humana, respeto y creciente autonomía. Muchas veces he escuchado, entre pasillos, una crítica, infundada por cierto, que señala que “el maestro no le pone límites a esos niños”. Pues no es verdad. Pero si así fuese no hicieron más que halagarnos esos dichos a las espaldas. A mí porque me pinta con la humildad suficiente como para abrir el juego del poder y a los niños por su inigualable nivel de autonomía construida a partir de la toma de conciencia de lo que se debe y lo que no (y no impuesta por un poder ajeno y supuestamente correcto).
Después comenzamos a andar el extenso camino de La Palabra. Infinito, por cierto. Desde el minuto cero la consigna fue “EL uso total de la palabra para todos”. Con esta frase de Gianni Rodarí busqué marcar un norte. No para que todos sean artista, sino para que nadie sea esclavo.
El diseño curricular de la Ciudad de Buenos Aires fue nuestro principal aliado. De sus páginas surgieron gran parte de las ideas y los proyectos, las secuencias didácticas y las actividades habituales de lectura y escritura.
Convencidos de que el lenguaje no se enseña, sino que se aprende nos propusimos, ni más ni menos, leer y escribir mucho. Cometimos la herejía de meternos de lleno en el universo de la palabra escrita. Los resultados fueron maravillosos. Nos constituimos en una verdadera comunidad de lectores y escritores. Todos los niños han leído decenas de libros; reconocen cuando una obra se trata de un material de calidad estética o de una maniobra comercial; referencian autores reconocidos universalmente; escriben con distintos propósitos y adecuan sus textos según el destinatario; han podido publicar sus palabras inmortalizándose en la materialidad de tres libros y una página de Internet. Pero sobre todo han tomado real conciencia de que la escritura no es propiedad de unos eruditos, dotados, que producen para que otros (si tiene la suerte de pertenecer la reducido grupo de los niños que tienen libros o alguien les lee) aprecien pasivamente su genial creación.
Los niños de 5º saben que la palabra escrita es una construcción social realizada por toda la humanidad durante miles de años, y como tal no posee dueño.
Hemos ido a lo profundo del universo de la palabra. Y lo hemos logrado porque, (permítaseme la cita futbolera) como diría el flaco Menotti., fuimos anchos para ser profundos. Hemos democratizado el acceso a la palabra escrita. Qué más…
Todo lo anterior se logró con mucho esfuerzo por parte de los niños, sus familias y el mío. Hemos tenido que sortear enormes limitaciones institucionales, importantes carencias de recursos, pesados lastres que nos dejó la escuela tradicional a los adultos, grueso baches en mi formación. Todo lo suplimos con amor y energía. Todos nos pusimos a leer. Literatura y teoría. Allí descubrimos que no éramos los primeros en querer hacer lo que ya habíamos empezado. Aprendimos de lo anterior, lo adaptamos a nuestro interés.
La creación de un correo para toda la escuela; porta textos para ayudar a los trabajadores de la escuela; lectura de cientos de cuentos de calidad estética; escritura de cartas, afiches; audición de decenas de canciones: juegos con palabras; murales; edición de libros escritos con el estilo de Schujer o Mariño; escritura e ilustración de poesía; visita a la feria del libro; dramatizaciones; entrevista a escritores; estudio de la historia del libro; FUNDACIÖN DE UNA EDITORIAL; edición de un libro de textos literarios surrealistas escritos por los niños y las niñas - de este texto se conserva un ejemplar en muchas bibliotecas publicas de la ciudad- y una antología de cuentos recomendados (léase critica literaria) elegidos entre unos doscientos textos leído en dos años de trabajo -con la venta de ejemplares compramos quince libros para nuestra breve biblioteca escolar-; la realización de ciclos de cine con la presencia de las familias y merienda incluida; la organización de una enorme elección, entre todos los que componen la escuela 3, de la elección de un nombre para el rincón de literatura infantil (también creado por nosotros) de la biblioteca; la creación de un blog para publicar nuestra palabra al mundo entero; la lectura de novelas de reconocida importancia en la historia de la literatura universal; la escritura de cuentos imitando el proceso creativo de todo escritor profesional; y sigue la lista…
Lamentablemente al igual que como señalaba más arriba, aunque con mucha más frecuencia, hemos escuchado en pasillos, patios y veredas críticas no constructivas a esta forma de trabajo. Nacidas en el desconocimiento de nuestro proyecto se nos acusó (a mí específicamente) de que “no estudiábamos lengua”. Pues al igual que con lo anterior, estas palabras a escondidas no hacían más que exaltar nuestra tarea. Porque es cierto que no estudiamos lengua, Es más lo hicimos adrede, a conciencia. No nos dedicamos solo a estudiar lo que otros producen. Nos pusimos a hacer nosotros, como lo sugiere la ley de educación de la ciudad de Buenos Aires, cabe aclarar.
Todo lo que logramos conseguir fue creado poniendo en marcha una metodología que podría describirse así: Cada uno expone lo que sabe sobre el tema a tratar, se hace una puesta en común, se realiza la experiencia, se hace una nueva puesta en común con los resultados y las formas de resolución. Esta manera de trabajar lleva implícito, entre otras fuerzas progresistas, el respeto por los conocimientos previos de los niños y por la diversidad de culturas e ideologías. Además esta es la manera en que trabaja la ciencia. Es la manera, hasta ahora, más fiable de conocer el mundo y transformarlo.
Con este método realizamos exigentes clases de matemática. Profundizando hasta casi el cansancio las distintas formas de resolución, buscando construir estrategias de cálculo y trabajo económicas y expertas. No necesitan que les cuente los altísimos niveles alcanzados por los niños de este grupo que trabajaron sin descanso con los libros más complejos que se conocen.
Por últimos queda un aspecto que de por sí hubiera hecho positiva la evaluación de esta experiencia, aún si todo lo anterior no hubiera ocurrido. Se trata del GRUPO. Hemos logrado conformar un G-R-U-P-O con todas las letras. Líderes positivos, humildad, circulación de la información, el poder y los afectos, crítica, cariño. Solidaridad, empatía, identidad, emoción, conocimiento del otro, cuidado. Nada de espíritu de cuerpo. Rondas de convivencia. Critica y respeto.
Desde el minuto cero de primer grado nos propusimos eso. Esta fue la base de todo el proceso. Cada niño ha sabido encontrar su lugar. Existen distintos perfiles. Ejemplares a la hora de cumplir con las tareas de encargado. Responsables al momento de la distribución equitativa de las tareas de organización. Las elecciones de abanderados con criterios fueron verdaderos ejercicios democráticos. El mundo adulto debería conocer que es posible dejar de votar a los amigos y hacerlo en función de la justicia. Pasen y vean.
Algunos niños y niñas se han destacado incluso fuera de la escuela, otros han hecho un trabajo más callado pero importantísimo, vital, constructivo. Cada logro individual se trató de una construcción grupal y cada logro del grupo fue posible por el aporte de cada uno y una. Y todo pudo crecer porque tiramos para el mismo lado. Un grupo sin techo. De esos que hacen historia.
Aprendimos que es posible modificar la realidad a favor de la mayoría. Lo hemos hecho.
Esta será una experiencia imborrable para mí. Pocas veces me sentí tan cómodo en un grupo. Jamás, en ningún trabajo docente anterior me sentí mejor. He tenido el privilegio de venir a trabajar contento en un mundo donde la inmensa mayoría trabaja al filo del dolor. Valió la pena estudiar el profesorado, leer esos libros de la pequeña biblioteca familiar de mi casa con que me contaron que era posible.
Les agradezco la confianza. Los invito a continuar viéndonos
Siento la tristeza de quien debe alejarse de sus compañeros, y porqué no, de sus amigos. Nos queda Laika. El taller de juegos. Allí nos vemos. Hacia allí vamos.
El Futuro es nuestro
Hasta siempre
PD: si tienen ganas y tiempo me gustaría que me escriban lo que piensan de estos años de trabajo juntos, que les pareció positivo, lo que no les gustó, etc. Así podré tomar en cuenta sus palabras para nuevas experiencias que vendrán. Espero con ansias sus textos.